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NIÑOS CON TENDENCIA A LA AGRESIVIDAD.

 

Muchos Padres tienen la preocupación de cómo será el interactuar de mi hijo(a) con sus pares. Las dudas que genera el primer momento de relacionamiento llegan a causar más ansiedad en los cuidadores que en el propio niño. Por naturaleza somos seres sociales, que necesitan interacción para afianzar sus habilidades, emociones y seguridades. Sin embargo, no todos tienen la misma facilidad de interacción que otros, ya sea por influencia de su familia cercana y/o ambiente donde se desarrolla. Las diferencias son notorias los primeros años de vida, en el cual muchos cuidadores pueden destacar como el niño(a) se relacionan con sus pares, e inclusive con personas mayores que ellos.

 

Con el transcurrir de los años, las ocupaciones de ambos padres o las circunstancias en que crece el niño han obligado a incluir dentro del sistema escolar niños en edades muy temprana, lo que requiere un desapego abrupto de su ambiente natural cotidiano, a enfrentar muchos pares que se encuentran en la misma situación. Pasar de tener una atención exclusiva, a compartirla, puede generar una especie de confusión al principio, pero con el transcurrir del tiempo llega a adaptarse a la nueva circunstancia.

 

El compartir espacios, juguetes, profesora y la atención, no es una transición fácil para un niño de 2 A 3 años, pueden verse brotes de agresión por defender su territorio y todo lo que el niño pensaba que le correspondía solo a él. Mordiscos, manotazos, patadas, escupitajos pueden llegar a convertirse en una reacción natural en un momento de disputa, sin embargo, son conductas que rápidamente se pueden corregir. Sus apariciones son normales, pero la continuidad de estas no.

 

En este aspecto, los padres juegan un rol primordial en su corrección, ya que ellos serán quienes dirijan la conducta a una que pueda ser socialmente aceptable, y la cual demuestre respeto al espacio propio y ajeno. Aunque sea un trabajo conjunto con la escuela, los cuidadores son quienes tienen la mayor carga de corregir estas conductas en casa. Recordando que la escuela es un lugar donde se imparten conocimientos, y en la casa se enseñan normas, valores y una sana convivencia.

 

Como mencionaba anteriormente, la continuidad en la conducta agresiva es un foco de alerta y requiere una intervención por un equipo de profesionales los cuales necesitan indagar a fondo, la raíz de la problemática que está presentando el niño(a). A pesar de que esta conducta suele ser aprendida para facilitar la defensa de su espacio, algunas veces es observada en otros contextos y es imitada en el propio. Por ejemplo, disputas familiares, agresión entre cuidadores (física y verbal), programas con alto contenido de violencia, hermanos agresivos, ambiente hostil, entre otros.

 

Por fortuna, es una edad temprana y por lo tanto la conducta puede ser trabaja para mejorar su adaptación a situaciones de tensión, la cual requiere de un compromiso total por sus cuidadores, y de un seguimiento a nivel escolar. La honestidad en estas circunstancias es indispensable para un trabajo acertado y una modificación de conducta exitosa. De lo contrario, será una conducta difícil de modificar y traerá repercusiones en su edad de adolescencia con faltas graves a nivel escolar y en la sociedad en general.

 

No somos padres perfectos ni estamos en una competencia para ello, aprendemos de los aciertos y errores, por lo tanto, no podemos ser los primeros jueces de nosotros mismos o de otros. Les animo a revisar al interior de cada uno, y ver de qué forma podemos mejorar el ambiente en el que se desarrollan nuestros hijos, recordando siempre que ellos serán nuestro propio reflejo en todo lugar donde se encuentren.



Por Reina Cecilia Viana Padilla

 

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